lunes, 6 de octubre de 2014

Frank Whittle



Frank Whittle (Inglaterra, 1907 - EEUU, 1996) fue un ingeniero aeronáutico conocido por inventar el turborreactor a la par que Hans von Ohain pero de forma independiente.
Nació en el seno de una familia de clase media-baja. Su padre era un hábil mecánico con bastante capacidad inventiva.
Debido a las dificultades económicas dejó los estudios e ingresó en la escuela de la Royal Air Force. Sus maquetas de aviones y sus altas capacidades en matemáticas hicieron que sus oficiales lo recomendaran para entrar en la escuela de oficiales. Dos años más tarde se graduó con una tesis que demostraba que para lograr alcanzar mayores velocidades y mayor altura de vuelo tendrían que dejar de lado los aviones de hélices y optar por lo que sería el termorreactor.
Un año más tarde, desarrolla el concepto de turborreactor y se lo envía al oficial encargado de las patentes que, sin mostrarle mucho interés se lo manda a la oficina de la comandancia, que por diversas razones no llegan a verlo. Si en vez de pasarlo a la comandancia hubiera visto con más detalle el diseño, puede que se hubieran desarrollado los turborreactores mucho antes. Al ver que no recibía respuesta, mejoró el diseño transformándolo en lo que hoy se conoce como turborreactor y se lo envió directamente al Ministerio del Aire. El Ministerio le dijo que no era viable y descartaron el proyecto así que él patentó el diseño por su cuenta.
Frank era un gran piloto, fue ascendiendo rápidamente dentro del ejército y fue el encargado de probar varios diseños por las diversas bases militares a las que lo trasladaban. Allí por donde iba mostraba su diseño, pero a nadie parecía interesarle.
Un día intentó que el Ministerio le pagase el dinero de renovar la patente, ya que él no podía, pero el Ministerio se negó. Poco después, un viejo compañero e ingeniero aeronáutico le envió una carta para quedar con él y otro ex-miembro de la Royal Air Force para tratar el tema de la patente, ya que les interesaba. Los tres pagaron la renovación y fundaron la Power Jets Ltd con ayuda de un banco que se quedó el 51 % de la empresa. Su proyecto empezó a dar sus frutos y construyeron su primer prototipo, pero empezaron a tener dificultades económicas y, aunque varias entidades aeronáuticas de gran relevancia empezaban a interesarse por el proyecto, el Ministerio seguía sin interesarse, por lo que el dinero venía por cuentagotas por parte de otras fuentes.
En este momento, en Alemania, Hans von Ohain terminaba su prototipo y construía el primer avión a reacción. Si Frank hubiera recibido la atención que se merecía, hubiera tenido un avión funcionando mucho antes.
Todo cambió al inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Ministerio buscaba aviones más rápidos y contactaron con varias empresas líderes para ello y una de ellas, contactó con Frank y sus socios para introducir su diseño en los aviones. Tras demostrar su utilidad, buen funcionamiento y obtener el reconocimiento que debía, Frank fue enviado a EEUU para ayudar en el principal proyecto Aliado.
En 1943 Winston Churchill nacionaliza las empresas con proyectos sobre el turborreactor como la Power Jet para ayudar a su desarrollo con fondos estatales, lo que impulsa la industria.
A los cuarenta años se retira del ejército y por sus servicios le otorgan una gran suma de dinero y lo nombran caballero.
Trabaja en diversas empresas como ingeniero hasta que se retira a Estados Unidos.

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